Sentado en el único sillón que tenía el pequeño apartamento, esperaba entre las sombras. Al abrirse la puerta vi como los ojos de la joven expresaban una excitación hasta ahora desconocida.
- Asesina. -Dije con una nota de desprecio en mi voz. Su sonrisa desapareció y dejó paso a un gesto de desconcierto.
En ese momento le lancé entre las manos aún manchadas de sangre la cartera del chico. Apenas pudo agarrarla cuando continué: - Has matado a un muchacho indefenso. ¿Sabes como se llamaba?, ¿Si tenía familia?, ¿Si se merecía morir atado como un perro?.
Ella abrió con las manos temblorosas la cartera de piel. En ella estaba la documentación y una foto de un recién nacido. Sus ojos se levantaron hacia mí aún más desconcertados.
-Si, es su hijo, mejor dicho, era. - Mientras hablaba estudiaba sus reacciones a mis palabras. - Se llama Arturo, como el cadáver que tienes a tus espaldas.
Por primera vez desde que había quitado una vida abrió los labios, fijo sus oscuros ojos en mi figura y dijo con una seguridad hasta ahora desconocida: - Sólo son humanos, estoy por encima de ellos.
En ese momento supe que estaba preparada, que había superado la prueba. Ella también lo sabía. Abandonamos el apartamento en silencio, mientras la llevaba a casa en el coche, no cruzamos ninguna palabra. El sonido del motor a gran velocidad por la autopista era nuestra única compañía. Paré el coche en la esquina anterior a su casa, como solía hacer. Nuestras miradas se encontraron y pude ver un brillo diferente en sus ojos.
- Hasta mañana. Susurré. -Descansa y medita sobre lo que ha ocurrido esta noche.
- ¿Y el cuerpo?. -Preguntó.
- Te dije que eso es cosa mía. Ahora vete y recuerda que has cruzado una línea. Ya nada volverá a ser igual.
Las últimas palabras que pude oír de su angelical boca antes de que cerrara la puerta del coche y se perdiera en su portal fue un suave:
- Gracias por mi regalo.
- Asesina. -Dije con una nota de desprecio en mi voz. Su sonrisa desapareció y dejó paso a un gesto de desconcierto.
En ese momento le lancé entre las manos aún manchadas de sangre la cartera del chico. Apenas pudo agarrarla cuando continué: - Has matado a un muchacho indefenso. ¿Sabes como se llamaba?, ¿Si tenía familia?, ¿Si se merecía morir atado como un perro?.
Ella abrió con las manos temblorosas la cartera de piel. En ella estaba la documentación y una foto de un recién nacido. Sus ojos se levantaron hacia mí aún más desconcertados.
-Si, es su hijo, mejor dicho, era. - Mientras hablaba estudiaba sus reacciones a mis palabras. - Se llama Arturo, como el cadáver que tienes a tus espaldas.
Por primera vez desde que había quitado una vida abrió los labios, fijo sus oscuros ojos en mi figura y dijo con una seguridad hasta ahora desconocida: - Sólo son humanos, estoy por encima de ellos.
En ese momento supe que estaba preparada, que había superado la prueba. Ella también lo sabía. Abandonamos el apartamento en silencio, mientras la llevaba a casa en el coche, no cruzamos ninguna palabra. El sonido del motor a gran velocidad por la autopista era nuestra única compañía. Paré el coche en la esquina anterior a su casa, como solía hacer. Nuestras miradas se encontraron y pude ver un brillo diferente en sus ojos.
- Hasta mañana. Susurré. -Descansa y medita sobre lo que ha ocurrido esta noche.
- ¿Y el cuerpo?. -Preguntó.
- Te dije que eso es cosa mía. Ahora vete y recuerda que has cruzado una línea. Ya nada volverá a ser igual.
Las últimas palabras que pude oír de su angelical boca antes de que cerrara la puerta del coche y se perdiera en su portal fue un suave:
- Gracias por mi regalo.
Interesante...
ResponderEliminarLo siento, pero me he confundido muchisimo con la historia... resulta que me equivoqué con decir que era de un amigo mio, sino que de Usted... es un lio muy gordo, lo siento mucho si lo ha entendido mal... borraré mi posdata.
ResponderEliminarPD: pido disculpas otravéz.