martes, 8 de noviembre de 2011

69

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye

como tú lo desees y hacia donde tú quieras.

Tu silencio acosa mis horas perseguidas,

y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.

Y las miro lejanas mis palabras.

Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Todo lo llenas tú, todo lo llenas.


Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,

y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte

para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.

Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes a tus ojos oceánicos.


Soy el desesperado, la palabra sin ecos,

el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
En mi tierra desierta eres tú la última rosa.
He aquí la soledad de donde estás ausente.

Yo te recordaba con el alma apretada

de esa tristeza que tú me conoces.
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste y te siento tan lejana?

Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,

es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.

Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.

La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo,
algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.

Déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías.
Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.

[...] Nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja.


- Pablo Neruda.


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