Para
cuando quise odiarla, me faltaron fuerzas.
miércoles, 22 de enero de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Para aquel que roba, o pide prestado un libro y a su dueño no lo devuelve, que se le mude en sierpe en la mano y lo desgarre. Que quede paralizado y condenados todos sus miembros. Que desfallezca de dolor, suplicando a gritos misericordia, y que nada alivie sus sufrimientos hasta que perezca. Que los gusanos de los libros le roan las entrañas como lo hace el remordimiento que nunca cesa. Y cuando, finalmente, descienda al castigo eterno, que las llamas del infierno lo consuman para siempre...
Entonces es que no la odias, o que tu amor es superior a tu odio.
ResponderEliminar