"Nadie me puso alas, pero aprendí a volar. No detuve vuestras balas, pero aprendí a esquivar. Me quisisteis evitar y eliminar, dejándome como un náufrago perdido en la inmensidad del mar".
- Nach.
Para aquel que roba, o pide prestado un libro y a su dueño no lo devuelve, que se le mude en sierpe en la mano y lo desgarre. Que quede paralizado y condenados todos sus miembros. Que desfallezca de dolor, suplicando a gritos misericordia, y que nada alivie sus sufrimientos hasta que perezca. Que los gusanos de los libros le roan las entrañas como lo hace el remordimiento que nunca cesa. Y cuando, finalmente, descienda al castigo eterno, que las llamas del infierno lo consuman para siempre...
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