sábado, 26 de noviembre de 2011

73

El tiempo es muy lento para que los esperan, muy rápido para los que tienen miedo, muy largo para los que se lamentan, muy corto para los que festejan. Pero, para los que aman, el tiempo es eternidad.

- William Shakespeare.

domingo, 13 de noviembre de 2011

72

No hay otra cosa que matar en esta vida que el enemigo interior, el doble en el núcleo duro.
Dominarlo es un arte.
¿Hasta qué punto somos artistas?

martes, 8 de noviembre de 2011

71

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

70

Todo en ti fue naufragio.

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.

Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio.

Hice retroceder la muralla de sombra.

Anduve más allá del deseo y del acto.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.

Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.


- Canción desesperada.

69

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye

como tú lo desees y hacia donde tú quieras.

Tu silencio acosa mis horas perseguidas,

y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.

Y las miro lejanas mis palabras.

Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Todo lo llenas tú, todo lo llenas.


Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,

y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte

para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.

Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes a tus ojos oceánicos.


Soy el desesperado, la palabra sin ecos,

el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
En mi tierra desierta eres tú la última rosa.
He aquí la soledad de donde estás ausente.

Yo te recordaba con el alma apretada

de esa tristeza que tú me conoces.
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste y te siento tan lejana?

Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,

es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.

Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.

La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo,
algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.

Déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías.
Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.

[...] Nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja.


- Pablo Neruda.